BERGAMO LA SEGUNDA VEZ
A veces sientes miedo cuando regresas a algún lugar que de una forma o de otra te marcó la primera vez que lo visitaste, un miedo irracional a que las cosas que en su día te emocionaron o te parecieron bellisimas no fueran para tanto, que fueran tus ojos o el contexto lo que las convirtiese en lo que eran, pero, lejos de evitarlo, nos gusta encarar ese miedo. Hace unas semanas volví a Bergamo once años después, y para mi alivio toda su belleza y su encanto seguían ahí, sus piedras, sus torres, sus leones de San Marcos eran los mismos de la primavera del 96, pero a la vez habían madurado y me mostraron matices que no vi la primera vez, su serena grandiosidad volvío a humedecerme los ojos. Espero que la próxima vez que vuelva a cruzar el arco de la Piazza de la cittadella también se me acelere el pulso, y así me volvere a engañar diciendo que son las piedras, las torres y los leones de San Marcos los que maduran, y no yo.
Marzo de 2007
